sábado, 24 de enero de 2015

Moratinos, km. 342

En esta nueva parte de mi Aventura a Santiago me había propuesto caminar no más de una media de 15km diarios durante la primera semana, para poder habituar mi cuerpo al esfuerzo. Resulta fácil por el entusiasmo realizar etapas mucho más largas con la idea de avanzar y alcanzar cuanto antes la meta (como me ocurrió en la 1ª parte de mi Camino) con el consiguiente riesgo de lesionarse, por lo que esta vez iba a extremar los cuidados a mi persona, para así permitirme disfrutar más de la Aventura.

Como el primer día había realizado una etapa de 17km, el segundo no pensaba excederme. Tenía la posibilidad de pernoctar en Terradillos de los Templarios, a unos 12km, o en Moratinos, que supondría un total de unos 15km. Me permití emprender el Camino contemplando las dos posibilidades, y poder elegir en el momento dónde parar ese día.

Fui de las últimas en salir del albergue de Calzadilla de la Cueza, y lo hice a la vez que Colette, una francesa que había visto la tarde anterior pero con la que no conversé. Cruzamos unas palabras mientras nos ajustábamos la mochila, y salimos juntas al Camino. Ella no hablaba español, por lo que se alegró un montón de que yo hablara francés y así poder charlar un rato con algún peregrino. 

Colette, a la derecha de la foto
Colette había empezado a caminar creo recordar que en Arlés, llevando ya recorridos en ese momento casi 2.000km con la mochila a sus espaldas. Sentí en ese momento una gran admiración por ella. Como comprenderéis Colette iba bastante más entrenada que yo, por lo que al poco rato de salir del albergue fui quedándome atrás. Necesitaba ir parando a menudo, ajustando mis botas, sacando las piedrecillas que se me colaban en ellas, beber agua, hacer estiramientos... estaba adaptándome al Camino.

Normalmente durante las primeras horas de la mañana me cuesta arrancar, y no es hasta mediodía en que me siento llena de energía. ¿Cómo lo adaptaba al Camino? Empezaba las 2 primeras horas paseando, contemplando el paisaje y parando para hacer las mejores fotos (en esa hora había la mejor luz). Más o menos a mediodía ya apretaba el paso, comía algo sobre la una, descansaba un rato y luego seguía unos kilómetros más. De esta forma, no me cansaba en absoluto.


Ya en Terradillos de los Templarios, decidí parar a comer algo. Vi unos comederos al lado del Camino, era el sitio ideal, al solecito... ¡allí estaba Colette! Me acerqué y me senté a su lado. Tuvimos una buena charla mientras reponía fuerzas; Colette compartió conmigo parte de su historia desde que empezó el Camino. Había salido en verano, cruzado el sur de Francia, dormido al raso, en habitaciones de casas particulares... empezaba a vislumbrar otras aventuras emocionantes más allá de la que estaba realizando yo en ese momento.

El albergue de Terradillos tenía muy buena pinta, pero me encontraba bien para seguir y decidí ir hasta Moratinos, 3.3km más (una hora al paso que yo caminaba). Salimos juntas con Colette, que también pensaba parar en Moratinos; ella normalmente hacía etapas más largas, pero tenía desde el día anterior una molestia en el tobillo y no quería excederse.


Ya en Moratinos, nos costó decidir dónde alojarnos. Pregunté por Rebeca Scott: me había recomendado Lourdes del albergue de Frómista alojarme con ella, realiza acogida en su casa. La encontré, pero tenía todo ocupado. Entramos en el Hospital San Bruno, gestionado por un italiano que había hecho el Camino varias veces... a Colette no le convencía el lugar. Quiso que miráramos en otro albergue privado a la entrada del pueblo: volvimos sobre nuestros pasos. La habitación doble nos salía de presupuesto... Yo le dije a Colette que para mí estaba bien el San Bruno, que ella podía seguir si quería. 

Ahora recuerdo que durante la etapa me habían venido deseos de comer un buen plato de espaguetis... cuando llegué por primera vez frente a la puerta del albergue San Bruno leí que lo gestionaba un italiano y que tenía menú del peregrino con espaguetis. Creo que en ese momento decidí que me alojaría allí esa noche, era una señal.


Si bien la zona de literas era sencilla, disponía de un patio exterior con tumbonas (que no podríamos aprovechar por el frío, que lástima) y vistas preciosas al campo. A mí me encantó. Y cualquier sitio donde dormir era de agradecer; tenía arraigado en mí el sentimiento del peregrino desde que hice parte del Camino el invierno anterior.

Vi la bañera o mini piscina exterior y entusiasmada le comenté a Bruno que debía ser un buen alivio para los pies de los peregrinos en verano. Sonrió, y si bien estábamos a 1 de noviembre, nos puso en marcha la fuente. El agua estaba congelada, pero ¡qué descanso para los pies!




Aún habiendo otro restaurante en el pueblo, decidimos cenar en el albergue. ¡Mis ansiados espaguetis! ¡Un buen premio después del esfuerzo de la jornada! Bruno me preparó unos al pesto, y de postre comimos un rico tiramisú casero. 

Esa noche éramos sólo dos peregrinas en el albergue, Colette y yo. El ambiente se tornó más íntimo y familiar. Después de cenar Bruno nos contó su historia, cómo después de hacer el Camino unas (creo recordar) 3 veces, decidió dejar todo en Italia y venirse a España a montar un albergue en el Camino. Nos explicó cómo se vive en éste desde la mirada de un hospitalero...

Mientras Bruno nos contaba sus historias (yo iba traduciendo al francés para Colette) cogí una guitarra que había sobre un banco. La afiné, e iba tocando algunos acordes de canciones de mi juventud. Colette me pidió que cantara algo, pero para mí era difícil, hacía mucho que había dejado de cantar.
Bruno y Colette
Les conté que cuando era joven aprendí a tocar la guitarra (con 12 o 13 años), y por aquel entonces cantaba a diario, cualquier momento era el adecuado. Era algo que me hacía enormemente feliz. Me acordé de una de las primeras canciones que aprendí a la guitarra, la canción del Peregrino:
      Peregrino a dónde vas? Si no sabes a dónde ir... Peregrino por un camino que va a morir. 
     Si el desierto es un arenal, el desierto de tu vivir, quién te guía y te acompaña en tu soledad? 
     SOLO ÉL, MI DIOS, QUE ME DIO LA LIBERTAD SOLO ÉL, MI DIOS, ME GUIARÁ (Bis) 
     Peregrino que a veces vas sin un rumbo en tu caminar. Peregrino que vas cansado de tanto andar. 
     Buscas fuentes para tu sed, y un rincón para descansar, vuelve, amigo! que aquí en Egipto lo encontraras. 

Les conté que durante la primera parte de mi Camino en diciembre 2013, cerca de Grañón, me acordé de esta canción. Pero no podía completar la letra. Como tampoco podría hacerlo esta noche... les canté los versos que recordaba, tarareando el resto; incluso canté las dos voces. Todo quedó en silencio, me sentía bien. Hacía tanto que no cantaba...


Bruno nos regaló como recuerdo una chapa con la insignia del Hospital San Bruno y una inscripción en latín, fruto de la inspiración haciendo su Camino, y que rezaba lo siguiente: "No tengas miedo de tener coraje". Me la colgué de la mochila, y la llevaría hasta el final de mi Camino.

Colette me contaría más adelante en nuestro reencuentro en Santiago que guardaba un recuerdo muy especial de esa noche, que para ella fue mágica, y que se había acordado muchas veces de nosotros durante el Camino. ¡Gracias Colette!




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