domingo, 24 de agosto de 2014

Donde empieza el camino

El Camino de Santiago comienza en el momento en que decides emprender esta aventura.

Recuerdo que fue en una escapada a Mallorca en diciembre de 2012 cuando empezó a tomar forma esta idea en mi cabeza. Fue caminando por la Serra de Tramuntana, paisaje tan querido y recorrido en mi etapa mallorquina, que pensé que porqué no yo. Si, me parecía una verdadera locura… casi 800 km del Camino Francés por delante, para una mujer que había llevado una vida más o menos sedentaria. Contaba con algo a mi favor: me encanta caminar, perderme por senderos en plena naturaleza, disfrutar de la belleza de los paisajes y de los sonidos del silencio.

Consciente de que mi condición física en ese momento no era la idónea, consulté con una monitora del gimnasio que tengo al lado de casa si veía posible que, con entrenamiento, pudiera yo empezar esta aventura. Si os digo la verdad, dudaba mucho de mis capacidades. Ella me había estado preparando para mi escapada de treking a Mallorca. La respuesta que recibí fue: CLARO! Ahí tomé mi decisión. En febrero de 2013 empecé el entrenamiento guiado con el objetivo de lanzarme al Camino de Santiago durante el próximo invierno 2013-2014.

Más adelante, ya en el Camino, descubrí que cada persona se había preparado de forma bien distinta a la mía: un joven italiano se había decidido una semana antes a peregrinar a Santiago; un salesiano se había prometido a sí mismo que haría el Camino a los 20 años de su labor misionera en Angola; otras personas estaban realizando su tercer o cuarto peregrinaje, era ya casi como una forma de vida para ellos; Antonio de Igualada decidió sin más salir de su casa y dirigirse a Compostela por la mera razón de no pasar las Navidades con su familia; y Stefano, un romano corredor de maratones, había decidido 15 días antes hacer el Camino por razones religiosas (con él compartí mi primera etapa, le recuerdo con especial cariño).

Con Stefano en el Alto del Perdón

Pienso que, quizás, esos meses previos fueron los más duros: carecía de toda información y experiencia. Fue ardua tarea ponerme en forma y sobre todo perseverar en la rutina del entrenamiento. Las dudas me asaltaban sobre el material y el peso de la mochila, y una parte de mí seguía creyendo que no era capaz de andar tantos kilómetros con una mochila a cuestas.  


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