El Camino de Santiago comienza en el momento en que
decides emprender esta aventura.
Recuerdo que fue en una escapada a Mallorca en
diciembre de 2012 cuando empezó a tomar forma esta idea en mi cabeza. Fue caminando por la Serra de Tramuntana, paisaje tan querido y recorrido en mi
etapa mallorquina, que pensé que porqué no yo. Si, me parecía una verdadera
locura… casi 800 km del Camino Francés por delante, para una mujer que había
llevado una vida más o menos sedentaria. Contaba con algo a mi favor: me
encanta caminar, perderme por senderos en plena naturaleza, disfrutar de la
belleza de los paisajes y de los sonidos del silencio.
Consciente de que mi condición física en ese
momento no era la idónea, consulté con una monitora del gimnasio que tengo al
lado de casa si veía posible que, con entrenamiento, pudiera yo empezar esta
aventura. Si os digo la verdad, dudaba mucho de mis capacidades. Ella me había estado preparando para mi escapada de treking a Mallorca. La respuesta
que recibí fue: CLARO! Ahí tomé mi decisión. En febrero de 2013 empecé el entrenamiento guiado con el objetivo de lanzarme al Camino
de Santiago durante el próximo invierno 2013-2014.
Más adelante, ya en el Camino, descubrí que cada
persona se había preparado de forma bien distinta a la mía: un joven italiano se
había decidido una semana antes a peregrinar a Santiago; un salesiano se había
prometido a sí mismo que haría el Camino a los 20 años de su labor misionera en
Angola; otras personas estaban realizando su tercer o cuarto peregrinaje, era
ya casi como una forma de vida para ellos; Antonio de Igualada decidió sin más
salir de su casa y dirigirse a Compostela por la mera razón de no pasar las
Navidades con su familia; y Stefano, un romano corredor de maratones, había
decidido 15 días antes hacer el Camino por razones religiosas (con él compartí
mi primera etapa, le recuerdo con especial cariño).
Con Stefano en el Alto del Perdón |
Pienso que, quizás, esos meses previos fueron los
más duros: carecía de toda información y experiencia. Fue ardua tarea ponerme
en forma y sobre todo perseverar en la rutina del entrenamiento. Las dudas me
asaltaban sobre el material y el peso de la mochila, y una parte de mí seguía
creyendo que no era capaz de andar tantos kilómetros con una mochila a
cuestas.
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