10 de diciembre de 2013
Me alegró saber que la primera etapa del Camino no la iba a hacer en solitario, aunque la verdad, no lo tenía muy claro. Stefano, mi compañero de camino, es un corredor de maratones que el día anterior había llegado a Pamplona desde Roncesvalles, ¡casi 42 km! Me sugirió que andáramos juntos toda la etapa, a él le hacía falta bajar el ritmo en la siguiente. Acepté.
En fin, salimos de Pamplona a las 8 de la mañana, cruzando la ciudad a un buen paso. Nervios, emoción, el estómago aún revuelto… aunque al rato no pensaba en nada de eso, puesto que me tenía que concentrar en buscar las señales y en poder aguantar el ritmo. La verdad, de no haber forzado un poco la máquina, no hubiera llegado a Puente la Reina esa noche.
Ese día mi madre cumplía 75 años, recuerdo que le pedí a Stefano que paráramos para felicitarla. Nos detuvimos entre la espesa niebla, y lo que tardé en hacer la llamada, ¡casi me congelo! ¡Qué frío! Debíamos estar a 3-5 grados. En este momento nos alcanzó otro peregrino que había pernoctado en Cizur, Rico, de Suiza. Nos unimos los tres hasta el final de la etapa. Curioso, fue la primera y última etapa que caminé todo el rato en compañía. El resto de mi aventura normalmente lo hice en solitario.
La subida al Perdón casi no la noté, no se veía nada del paisaje. Ibamos subiendo y, de repente, empecé a oír un zumbido sobre nuestras cabezas, que iba aumentando progresivamente. Eran los molinos de viento! Veíamos la base, pero no las aspas por la espesura de la niebla. Ya estábamos arriba!
Cada pueblo que cruzábamos parecía desierto. Stefano los llamaba pueblos fantasma, jajaja! Claro, acostumbrado al jaleo de Roma… No encontrábamos nada abierto para tomar algo caliente o resguardarnos del frío, era desesperante (ésta iba a ser la tónica durante casi todo el Camino, aunque en ese momento yo aún no lo sabía). Finalmente paramos en un bar que encontramos en un pueblecito a reponer fuerzas: creí resucitar en ese momento, estaba agotada!
Rico, Malia y Stefano |
Llegamos a Puente la Reina, finalmente! Acompañamos a Rico que quería hospedarse en un Hotel, mientras Stefano y yo nos alojamos en el único albergue abierto, el de los Padres Reparadores. Nos comentaron que había más peregrinos es noche… entre ellos, descubrí a un paisano mío haciendo el camino, José, de Menorca!
Nuestros compañeros iban a comprar y preparar una cena comunitaria, a la que nos apuntamos. Una ducha y hacia el supermercado, a comprar la cena y provisiones para el siguiente día. Recuerdo que no me tumbé ni un rato hasta la hora de irme a dormir (craso error). Mientras preparaban la cena y la etapa siguiente, lavé la ropa del día y socialicé un poco, estaba plétórica; a las nueve y media de la noche apagábamos las luces. Aquí me despedí de Stefano, el saldría de madrugada (como a las 5 de la mañana, a oscuras) pues quería hacer una etapa larga. Por SMS supimos de él al cabo de unos días, seguía adelante con su Camino. Ya no volvería a verle.
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