7 de la mañana del 10 de diciembre de 2013. Finalmente me pongo en pie después de llevar despierta un buen rato, había quedado con Stefano que a las 8
saldríamos de Pamplona.. mi primera etapa del Camino de Santiago!
Salí de Menorca el 8 de diciembre: vuelo a Barcelona, y de ahí autobús
a Pamplona. No, no fui a Roncesvalles. El punto 0 de mi Camino iba a ser la
capital navarra, a la cual me unían emotivos recuerdos de unos sanfermines que
pasé allí hace ahora ya bastantes años.
Me lanzaba al Camino en solitario, en pleno invierno, sin experiencia
previa en este tipo de rutas de largo recorrido. Estaba al corriente de que el
tramo de Roncesvalles a Pamplona era de lo más bello de toda la ruta, pero no quise
aventurarme por temor a perderme en la niebla o que hubiera una gran nevada y
me pillara sola en medio de los bosques. No me arrepentí de mi decisión: las
cuatro etapas que hice atravesando Navarra fueron siempre con niebla.
Quería darme algo de tiempo para adaptarme al nuevo clima y al frío; el invierno en la isla de Menorca es más templado. Me alojé dos noches en el albergue Casa Ibarrola, en la calle del Carmen,
por donde pasa el camino. ¡Qué emoción ver las primeras flechas amarillas!
Dediqué el martes 9 a pasear por Pamplona y sacar las primeras fotos de mi viaje. Había quedado para comer con Luisa y más tarde con amigos
pamploneses, pensaba ir de pintxos… pero entre los nervios y un café que me
había tomado en ayunas por la mañana, estaba descompuesta. ¡Sólo podía tomar
manzanilla! Y los zuritos? Y esos pintxos tan ricos? Menos mal que a mi llegada
el domingo había cenado un par de ellos con mi amigo Javier… (y que, sin
saberlo, en Fin de Año me saciaría con Ana y Patxi, pero esto ya pertenece a
otro capítulo…)
Nada, que iba a empezar el Camino de Santiago en ayunas, con dolor de
estómago, sin poder comer nada sólido, habiendo dormido poquísimo… y con 24 km por
delante! La aventura estaba asegurada.
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