lunes, 20 de octubre de 2014

Boadilla del Camino, km. 284

Había organizado la vuelta al Camino de Santiago con Lourdes, la dueña del albergue Betania de Frómista. Como cojeaba bastante y no podía hacer muchos kilómetros, me dijo que ella me llevaría en coche a Itero de la Vega y que andase hasta Boadilla (8 km), que luego volvería a por mi. Al día siguiente, otro tramo, dejándome ella y recogiéndome después. Al principio no me atraía mucho la idea, pero vi que era la única forma de volver al Camino.

¿Por qué regresé? Quise volver a intentarlo, no tirar la toalla a las primeras de cambio y, sobre todo, no quería volver a casa con el regusto de la mala experiencia del último día de mi Camino. Como cuando uno se cae de la bici: hay que volver a pedalear enseguida.


Después de un día de descanso en Betania (José y Lourdes, encantadores, se portaron conmigo de maravilla), ella me acompañó a Itero de la Vega, población donde había cogido el taxi 10 días antes. Iba a caminar con peso mínimo, puesto que mi mochila se quedaba en Betania. Por delante una etapa de 8 km, estaba chispeando y hacía viento. Aunque yo, ¡feliz de la vida por volver! Y si no, juzgad por vosotros mismos…


La etapa no fue dura, aunque se me hacía interminable. Ya de sí los paisajes de Castilla con sus planicies hacen el Camino bastante tedioso, y si además uno va andando con paso de abuelito, ¡ya ni os cuento! Me iban adelantando algunos peregrinos, y me sentía acompañada de nuevo.


Estas últimas etapas ya no las viviría como hice al principio, eran días de introspección, de reflexión. De hecho, en alguna de ellas casi no saqué fotos. Me sentía como si estuviera buscando un sentido a toda esta experiencia, respuesta a las preguntas que me había planteado durante mi Aventura a Santiago.

Debí tardar unas 4 horas en llegar a Boadilla del Camino, y paré en el albergue al que fui de visita el día de Navidad. Comí algo, y Lourdes pasó a recogerme más tarde.


Compartí alojamiento esa noche con peregrinos coreanos; una peregrina enfermó y tuvo que quedarse también un día más en Betania. Yo ayudaba en las tareas de limpieza y bienvenida a los nuevos peregrinos. Compartíamos lo que teníamos en la cena; yo preparé un puré de calabaza que dejó maravillado a un cocinero coreano… todo estaba buenísimo, y el ambiente era increíble.


Había superado el primer día; según como fuera al siguiente decidiría si proseguir o no mi Aventura a Santiago.

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