miércoles, 24 de septiembre de 2014

Agés, km. 199

Puesto que la etapa del día anterior había sido muy larga decidimos que hoy acabaríamos en Agés, en total 15,7 km, aunque con una fuerte subida al principio a la salida de Villafranca de Montes de Oca.


Me hacía muchísima ilusión este trayecto, puesto que había que atravesar los Montes de Oca entre bosques de robles. Si bien la noche anterior había estado lloviendo, amaneció luciendo un gran sol. La salida del pueblo empezaba ya con una cuesta bien empinada, y los primeros tramos en el bosque, aunque preciosos, eran también con una fuerte subida.

La rodilla me molestaba un poco, supongo que por el esfuerzo del día anterior. Las pendientes no ayudaban mucho, pero me lo tomé con calma puesto que tenía mucho tiempo por delante. Aunque había quedado con los otros peregrinos que iríamos a Agés, cada uno siguió su Camino en solitario.


Después de alcanzar el monumento a los Caídos (mal rollo, la verdad) vino un fuerte descenso hasta el cauce de un río, que luego tenía que volver a remontar. Lo tomé con calma, pero las piernas las tenía cargadas. Después de esta subida ya me adentré en unas pistas anchísimas rodeadas de pinar repoblado, que en un primer momento parecían fáciles de cruzar… deben de serlo en verano o primavera, pero era 18 de diciembre, había llovido la noche anterior y estaba todo embarrado y encharcado. Fueron 7,5 km de los más lárgos y difíciles de mi Aventura a Santiago. Te resbalabas en el barro y había que caminar muy lento y buscando las orillas. Me sentía impotente en algunos momentos, pero no había otra manera de avanzar. 


Pero como todo tiene su final, y normalmente después de un duro esfuerzo viene la recompensa, llegué a salir de los Montes de Oca, y alcancé San Juan de Ortega. El santuario estaba cerrado por reformas, no pude entrar en la iglesia. ¿Cómo? ¿Después de 12 km no me puedo resguardar ni en la capilla? El albergue también estaba cerrado. Desanimada, seguí cruzando el pueblo, hasta que vi una luz encendida al lado derecho del Camino de Santiago… ¡un bar abierto!

Fue una bendición encontrar la Taberna Marcela. Entré y ¡cómo brillaron mis ojos al ver una estufa de leña en el bar! Aunque había salido el sol, llevaba horas caminando lentamente entre el barrizal, y estaba helada. Debía ser mediodía. Pedí un cortado caliente y me acurruqué al lado de la estufa. Hablé con los dueños de la taberna y me dijeron que la tenían abierta igualmente en invierno puesto que ellos vivían allí y gestionaban el hotel rural que estaba enfrente. Qué queréis que os diga, con los días que llevaba en el Camino y después de haber pasado por pequeñas aldeas con todo cerrado, tener abierto el bar y con esa lumbre merecía todas las bendiciones del cielo.

Me faltaban menos de 4 km para llegar a Agés, un último esfuerzo. Además, allí iba a encontrarme con Manu, Javier y Máximo, y quién sabe si con algún otro peregrin@.


Llegué a Agés más bien temprano y busqué el albergue en el que habíamos quedado, pero el hospitalero me dijo que los peregrinos que habían llegado se habían ido a otro. Me dirigí al San Rafael, allí estaban ellos. En este albergue solían usar el altillo para acoger a los peregrinos, pero como hacía mucho frío, nos acomodaron a los cuatro en una cuádruple con baño: el precio, 16€, incluyendo la cena y el desayuno. 

Como teníamos mucho tiempo por delante nos dedicamos a inspeccionar el pueblo. La verdad, Agés es muy peculiar, sobre todo por sus habitantes. En esta población es donde más me reí en todo el Camino de Santiago. Ayudaba el hecho de que Manu  y Javier siempre la tenían pensada y todo les hacía gracia. 

En el albergue San Rafael
Las cenas eran siempre temprano, por lo que sobre las 7 ya estábamos en el comedor. La dueña, Ana María, nos dio bien de comer, y estaba acompañada por su otra hermana y un hermano del que no recuerdo ahora su nombre. No paraban de hablar y contarnos chismes del pueblo. Al parecer hay muchas envidias o malos rollos entre ellos y se dejan verdes los unos a los otros… pero lo contaban con tanta gracia (son andaluces) que nos partíamos de risa. 

Ya cuando nos fuimos a descansar, estuvimos más de una hora riéndonos en la habitación con las anécdotas de esta gente tan peculiar… Manu dijo que el pueblo Agés, debía su nombre a los personAGES que en él habitaban… ¡No podíamos parar de reír! 

En fin, había que descansar y recuperar fuerzas, porque al día siguiente llegábamos a Burgos. Eramos cuatro peregrinos muy distintos el uno del otro, que después de una tarde de risas compartidas, creamos lazos de unión entre nosotros. 




No hay comentarios: