lunes, 8 de septiembre de 2014

Torres del Río, km 75

12 de diciembre 2014, tercera etapa de mi Aventura a Santiago.

Me estaba planteando bajar el ritmo, puesto que iba caminando más kilómetros de los que estaba habituada. Pero había conectado con un grupo de gente con la que hacíamos piña y compartíamos cenas y risas, y se me hacía difícil abandonarles.

Haciendo el camino en diciembre, la climatología es muy inestable, hace muchísimo frío y hay pocos albergues abiertos. Cada noche había que programar la etapa del día siguiente, viendo la previsión del tiempo en nuestros móviles y llamando a los albergues para confirmar que estuvieran abiertos. Los hospitaleros nos solían informar también de los que funcionaban en los próximos kilómetros.

La primera opción que tenía era ir ese día hasta Los Arcos, 20 km de etapa. Pensándolo ahora tal vez hubiera sido una buena opción, porque fue después de ese día que me empezaron las molestias en la rodilla. La segunda opción era la que tomaban los otros peregrinos, llegar hasta Torres del Río, 27 km en total. En los dos sitios había albergue abierto.

Ese día salí a la vez que Mariana, una encantadora chica colombiana con la que sigo en contacto a través del facebook. Caminamos juntas hasta La Fuente del Vino de Irache, ¡y nos tomamos un buen trago a nuestra salud las 9 de la mañana!


Al poco nos encontramos con los demás peregrinos en un cruce donde se ofrecía una alternativa al camino tradicional. Había amanecido otra vez con niebla, que nos acompañaría durante todo el camino.

Thomas, José, Claudio y Mariana
Seguimos adelante juntos, aunque las pequeñas paradas y el ritmo de cada uno nos iba distanciando. A ellos les vería de nuevo en el albergue por la noche, aunque me encontraría más adelante con otros peregrinos del Camino de Santiago.

Seguí casi toda la mañana andando en solitario, pero sintiéndome en plena forma. Crucé unos campos por unas largas pistas, y al parar a hacer un descanso subí a lo alto de un montículo donde había una casita en ruinas. Aproveché el momento para hacer estiramientos, puesto que se me estaban cargando los cuádriceps. Estiré bastante en caliente, y creo que fue en ese momento que me excedí en el estiramiento y por la noche en el albergue noté molestias en la rodilla derecha (pasé días sin saber qué me había producido la lesión)


Bajando del montículo me alcanzó un peregrino que venía andando desde su casa en Igualada, Antonio. Fue tanta la alegría de encontrar un compañero de camino que sin darme ni cuenta y al ir hablando con él cogí un ritmo rapidísimo siguiendo sus pasos. Tanto, que otros dos peregrinos que intentaban alcanzarnos (Thomas y Rico, el que caminó conmigo en mi primera etapa) ni aún forzando el paso lo conseguían. Hasta que les vi, y paramos a esperarles.

Entramos los cuatro en Los Arcos, ya con 20 km a nuestras espaldas, muertos de hambre. Nos paramos en un bar (¡bendición!) a comer, recuerdo que pedí paella del menú y un vinito. Entre las risas, yo hablando en alemán con Thomas y Rico y traduciendo a Antonio; lo pasaba tan bien que me animé a caminar 7 kms más hasta Torres del Río, que es donde pensaban parar ellos. La verdad, siento no haber estado más rato en Los Arcos, porque me pareció un pueblo precioso con gente amabilísima.


Con el estómago lleno y el ánimo subido nos pusimos en marcha los cuatro, y ya no nos separamos hasta llegar al albergue de Torres del Río. Íbamos a un buen paso, casi de marcha militar, andando uno junto a otro en una pista ancha, hacia Sansol. Los últimos kilómetros ya me dolía la espalda por el peso de la mochila, iban a ser ya 27, mi record personal. Para llegar a Sansol tuvimos que subir un repecho durísimo, tanto, que tuve que parar un buen rato a descansar porque no me sentía con fuerzas de llegar a Torres del Río: se me acababa el combustible. Mis compañeros pararon conmigo a esperar que me recuperara, y con su apoyo conseguí llegar a mi destino y salvar el último repecho en Torres hasta el albergue La Pata de la Oca.

Antonio, Thomas, Rico y yo
Ya en el albergue, los estiramientos de rigor. Ese día nos juntamos con Li de nuevo, conocimos a Claude… éramos unos 9 o 10 peregrinos, ¡una fiesta! La dueña del albergue nos preparó una cena y nos echamos unas buenas risas multilingües. Al enfriarse los músculos, empecé a notar una molestia en la rodilla. No me preocupé en ese momento. Ni tomé nada. Sólo pensaba en la próxima etapa y en lo bien que lo estaba pasando. 

No hay comentarios: