12 de diciembre 2014, tercera
etapa de mi Aventura a Santiago.
Me
estaba planteando bajar el ritmo, puesto que iba caminando más kilómetros de
los que estaba habituada. Pero había conectado con un grupo de gente con la que
hacíamos piña y compartíamos cenas y risas, y se me hacía difícil abandonarles.
Haciendo
el camino en diciembre, la climatología es muy inestable, hace muchísimo frío y
hay pocos albergues abiertos. Cada noche había que programar la etapa del día
siguiente, viendo la previsión del tiempo en nuestros móviles y llamando a los
albergues para confirmar que estuvieran abiertos. Los hospitaleros nos solían
informar también de los que funcionaban en los próximos kilómetros.
La
primera opción que tenía era ir ese día hasta Los Arcos, 20 km de etapa.
Pensándolo ahora tal vez hubiera sido una buena opción, porque fue después de
ese día que me empezaron las molestias en la rodilla. La segunda opción era la
que tomaban los otros peregrinos, llegar hasta Torres del Río, 27 km en total. En los dos
sitios había albergue abierto.
Ese
día salí a la vez que Mariana, una encantadora chica colombiana con la que sigo
en contacto a través del facebook. Caminamos juntas hasta La Fuente del Vino de
Irache, ¡y nos tomamos un buen trago a nuestra salud las 9 de la mañana!
Al
poco nos encontramos con los demás peregrinos en un cruce donde se ofrecía una
alternativa al camino tradicional. Había amanecido otra vez con niebla, que nos
acompañaría durante todo el camino.
Thomas, José, Claudio y Mariana |
Seguimos
adelante juntos, aunque las pequeñas paradas y el ritmo de cada uno nos iba
distanciando. A ellos les vería de nuevo en el albergue por la noche, aunque me
encontraría más adelante con otros peregrinos del Camino de Santiago.
Seguí
casi toda la mañana andando en solitario, pero sintiéndome en plena forma.
Crucé unos campos por unas largas pistas, y al parar a hacer un descanso subí a
lo alto de un montículo donde había una casita en ruinas. Aproveché el momento
para hacer estiramientos, puesto que se me estaban cargando los cuádriceps.
Estiré bastante en caliente, y creo que fue en ese momento que me excedí en el
estiramiento y por la noche en el albergue noté molestias en la rodilla derecha
(pasé días sin saber qué me había producido la lesión)
Bajando
del montículo me alcanzó un peregrino que venía andando desde su casa en
Igualada, Antonio. Fue tanta la alegría de encontrar un compañero de camino que
sin darme ni cuenta y al ir hablando con él cogí un ritmo rapidísimo siguiendo
sus pasos. Tanto, que otros dos peregrinos que intentaban alcanzarnos (Thomas y
Rico, el que caminó conmigo en mi primera etapa) ni aún forzando el paso lo
conseguían. Hasta que les vi, y paramos a esperarles.
Entramos
los cuatro en Los Arcos, ya con 20
km a nuestras espaldas, muertos de hambre. Nos paramos
en un bar (¡bendición!) a comer, recuerdo que pedí paella del menú y un vinito.
Entre las risas, yo hablando en alemán con Thomas y Rico y traduciendo a
Antonio; lo pasaba tan bien que me animé a caminar 7 kms más hasta Torres del
Río, que es donde pensaban parar ellos. La verdad, siento no haber estado más
rato en Los Arcos, porque me pareció un pueblo precioso con gente amabilísima.
Con
el estómago lleno y el ánimo subido nos pusimos en marcha los cuatro, y ya no
nos separamos hasta llegar al albergue de Torres del Río. Íbamos a un buen paso,
casi de marcha militar, andando uno junto a otro en una pista ancha, hacia
Sansol. Los últimos kilómetros ya me dolía la espalda por el peso de la mochila, iban
a ser ya 27, mi
record personal. Para llegar a Sansol tuvimos que subir un repecho durísimo,
tanto, que tuve que parar un buen rato a descansar porque no me sentía con
fuerzas de llegar a Torres del Río: se me acababa el combustible. Mis
compañeros pararon conmigo a esperar que me recuperara, y con su apoyo conseguí
llegar a mi destino y salvar el último repecho en Torres hasta el albergue La
Pata de la Oca.
Antonio, Thomas, Rico y yo |
Ya
en el albergue, los estiramientos de rigor. Ese día nos juntamos con Li de
nuevo, conocimos a Claude… éramos unos 9 o 10 peregrinos, ¡una fiesta! La dueña
del albergue nos preparó una cena y nos echamos unas buenas risas multilingües.
Al enfriarse los músculos, empecé a notar una molestia en la rodilla. No me
preocupé en ese momento. Ni tomé nada. Sólo pensaba en la próxima etapa y en lo
bien que lo estaba pasando.
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