Por la mañana es cuando hay más trajín. Los peregrinos preparando la
mochila, el desayuno.. recuerdo que salí la última del albergue de Puente La
Reina: la falta de práctica haciendo la mochila me retrasó.
Los demás no iban en grupo, cada uno andaba en solitario. Esto me
extrañó. Después de verles compartir mesa y decidir unos cuantos de ellos que
pernoctarían en Ayegui, me había hecho a la idea de que caminaban juntos… les
vi salir de uno en uno. “¡Buen Camino!” era su saludo de despedida.
Salí a las 8:30 am, amaneciendo. Pensaba dormir en Estella, tenía 22
kms por delante. De nuevo niebla espesa, y temperatura gélida de 3ºC. Al andar
sola podía parar a hacer más fotos, aunque cuando me detenía podía congelarme
en minutos. Después de cruzar el precioso Puente que da nombre a la ciudad, no se veía un alma en el Camino.
Esta etapa presentaba la dificultad de ser una rompe-piernas, con tres
repechos a salvar antes de entrar en las poblaciones de Mañeru, Cirauqui y
Lorca (únicamente en la app de eroski consumer se advertía de este hecho, la recomiendo).
No os engañéis, es dura. Más si lleváis una mochila de 8 kgs a la espalda.
Intentaba parar cada hora unos 5 ó 10 minutos para comer algunos
frutos secos y reponer sales minerales con Aquarius. A mi llegada a Cirauqui me
encontré con Li, la peregrina coreana que había conocido en Puente, estaba desayunando
en el pueblecito. Nos encontraríamos más veces ese día, nos íbamos adelantando
la una a la otra. Y coincidiríamos en un par de albergues más.
El repecho de Lorca fue durísimo, llevaba ya más de 13 km de camino y
la mochila empezaba a pesar bastante. Paré en el portal de la Iglesia de San
Salvador un buen rato para descansar, debía llevar unas 4 horas caminando. No,
no había encontrado ningún bar o albergue abierto donde cobijarme, ni lo
hallaría hasta Estella.
Con varios “Tú puedes” conseguí llegar a mi destino de ese día. Estaba
cansadísima, pero feliz. Estella no me convenció para quedarme: demasiado “urbana” para mi gusto.
Como varios de los otros peregrinos estaban en Ayegui, a sólo 2 kms, decidí
seguir hasta el próximo pueblo, no sin antes disfrutar de uno de los mejores
bocadillos de tortilla de patata que he comido en mi vida.
Llegué al albergue San Cipriano, situado en el polideportivo de
Ayegui. No se me pasó el frío del día hasta después de la ducha de agua bien caliente.
Los baños estaban gélidos, sólo había calefacción en una zona del cuarto de
literas. Pero tenía un cobijo y compañía, me sentía agradecida. Después de
cenar fuera, tomé unos vinos con los otros peregrinos.
Y llegó el merecido descanso. Embutida en el saco de dormir y con un
par de mantas más por encima, me puse mis auriculares anti-ronquidos con música
para dormir, y caí en un profundo sueño.
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