domingo, 14 de septiembre de 2014

Nájera, km. 127

Dejé Navarrete con el ánimo renovado: el haber reducido el ritmo permitió que me recuperara notablemente. ¡Y volvía a lucir el sol! Marco había dejado el albergue mucho antes, al alba, dispuesto a hacer una etapa larguísima. Mi objetivo de hoy: Nájera, 18 kilómetros.

Notas de los peregrinos del albergue El Cántaro, Navarrete
No iba a ser una etapa muy larga, lo que me permitió tomarlo con calma de nuevo. ¡Qué diferencia hacer el Camino con buen tiempo! Andaba entre viñedos, era primera hora de la mañana y veía el sol fundir la escarcha de los campos. 


Después de subir un camino pedregoso, alcancé el Alto de San Antón, que me ofreció una inesperada y espectacular vista del valle del Najerilla, con la Sierra de la Demanda nevada al fondo. Descansé allí un rato, contemplando el paisaje, tan poco familiar para mí, por ser y vivir en la isla de Menorca.


Cerca ya de Nájera me adelantó un peregrino, más tarde otro. Bien, pensé, en el Camino de Santiago nunca estás solo del todo. Como andaba más despacio e igualmente la temperatura era baja (15 de diciembre), el frío iba calando en mi cuerpo. Lo primero que hice al llegar a Nájera fue parar en un bar donde vi un cartel que indicaba HAY CALDO. Empezaba a entender lo que podían sufrir los peregrinos de antaño, andando por esos caminos (no iban tan equipados como nosotros ahora), y cómo debían de agradecer la hospitalidad y un plato de comida. El encontrar una mesa donde sentarse, tomar un caldo caliente y un bocadillo, servido además con amabilidad por el mesero, era para una peregrina como yo de un valor incalculable, no tenía precio.


Con el estómago lleno me dirijí por fin al albergue municipal, eran las 4 de la tarde. Me había creado muchas expectativas con los albergues de las ciudades, pensaba que serían los más cómodos y mejor atendidos, y en general, no fue así. A mi llegada y después de sellar la credencial (ritual diario) me indicaron las instalaciones y elegí una litera. Era una sala enorme con unas 60 camas. Necesitaba tumbarme, llevaba desde las 8 de la mañana en marcha.

La sala estaba gélida. Intenté dormir… ¡Cómo puede hacer tanto frío aquí! Entonces vi que tenían abiertas las ventanas, debíamos estar a 6 grados en el exterior. No tenían mantas disponibles, y mi saco no era de temperaturas extremas. Empecé a tiritar, no podía parar. Salí a ver a los hospitaleros a pedirles por favor si había otro sitio donde dormir, un hostal, estaba congelada, no podía ni hablar. El hospitalero saliente se me acercó, hizo que me sentara y me preparó un colacao caliente con galletas, que me tomé a regañadientes, al tiempo que ordenaba al nuevo hospitalero encender el aire acondicionado de la sala y cerrar las ventanas en el cuarto de literas.
Quería marcharme igualmente. Hasta que al cabo de un buen rato, empecé a reaccionar y a volver el color a mis mejillas. Habían llegado otros 2 peregrinos al albergue, y más tarde llegaría otro más. Uno de ellos cogió una guitarra y tocó los acordes de una canción. La música me llegó al alma. Se trataba de Máximo, un peregrino argentino. Gracias a su música y al hospitalero (del que no recuerdo su nombre, pero sí su buena acogida) decidí quedarme en el albergue.

El hospìtalero gallego que me preparó el cola-cao
Necesitaba cenar algo más sólido que los bocadillos que tomaba de tentempié en el Camino, y en el albergue nos habían recomendado un restaurante cercano que tenía menú del peregrino a un módico precio. Máximo me acompañó, compartimos mesa esa noche y en nuestra charla me contó que era salesiano y llevaba 25 años en las misiones de Angola. Los salesianos veneran a María Auxiliadora, que es la patrona de mi ciudad, y por la que llevo mi segundo nombre, Auxiliadora. ¡El mundo está lleno de casualidades!


Dimos un pequeño paseo por Nájera y paramos en un horno abierto: compramos pan, unas magdalenas excelentes para el desayuno y alguna que otra cosa para el Camino.

Hora de descansar. El hospitalero hizo un extra y me proporcionó una manta de las suyas, puesto que por la noche paran el aire acondicionado. Dormí profundamente.



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