Seguía
en contacto por teléfono con el grupo de peregrinos de mis primeros días de aventura, me
llevaban un día de ventaja. Hablé con José desde Nájera y me comentó que, si
podía, me hospedara en Grañón la próxima etapa. Me encontraba mejor de la rodilla,
aunque no quería excederme y hacer muchos kilómetros. De Nájera a Santo Domingo
había 21 km, a Grañón eran 7 más.
Hablé
con el hospitalero de Nájera y me comentó que el Camino de Santiago pasaba
antiguamente por donde habían hecho ahora la N-120, que lo habían
desviado, y que se podía ir por el trazado antiguo junto a la nacional, ahora
en obras, y se acortaba unos 5 kilómetros. Si tomaba esta opción, la distancia
a Grañón sería de sólo 23 km, un paseo J
Volvió
a amanecer con una espesa niebla. Justo a la salida de Nájera un poste me
indicaba la distancia hasta Santiago: 582 km. ¡Me pareció tan lejos! Mi razón
me decía que no era capaz de andar tantos kilómetros, pero mi corazón y mis
piernas me hacían seguir adelante.
Esta etapa, desde mi salida de Nájera, la realicé completamente en solitario, no encontrándome a ningún peregrino ni por el Camino de Santiago ni en el albergue donde me hospedé. Era mi séptima etapa de mi Aventura a Santiago, 16 de diciembre de 2013.
Al cruzar el pueblo de Azofra pasé por una tiendecita que estaba abierta: paré
a comprar unas chocolatinas para el Camino. La tendera estaba hablando con una
vecina, me dieron conversación. La vecina me dijo que, a mi paso por Santo
Domingo de la Calzada, no dejara de ir a visitar al Abuelito.
-
¿El Abuelito?
– dije yo –
- Si, el
Abuelito, es como llamamos a Santo Domingo de la Calzada, está en un altar en
la Catedral.
Llegué ya a la conjunción con la N-120, y aquí dejé de seguir las flechas amarillas. No sabía muy bien por dónde tirar. Pensaba que sería una especie de pista al lado de la carretera; sí, al principio. Pero después se convirtió en algo realmente peligroso. Pero como sabemos, el peligro forma también parte de las aventuras.
Había
helada y muchísima niebla, y acabé caminando como unos 2 km por el estrecho arcén,
con poca visibilidad, y muchísimo tráfico. El problema de la niebla era que los
coches y camiones no me veían hasta que estaban junto a mí. En algún momento
pasé miedo, hasta el punto de pedir ayuda al cielo para que me sacara sana y
salva de esa carretera. Había que seguir adelante… este tramo se me hizo interminable. De
hecho, se me había quedado el recuerdo como si hubiera caminado la etapa
completa por la nacional, y al mirar hoy el mapa he visto que debieron ser unos 4 ó
5 km.
Comí
en un bar de la población, sólo recuerdo la calle empedrada. Tenía que pensar
si seguía adelante o me quedaba en Sto. Domingo como final de etapa. La niebla
se estaba dispersando, recuperé fuerzas con la comida caliente y la rodilla no
daba problemas. Decidí seguir hasta Grañón. A mi salida, aparecieron ¡ncluso
algunos rayos de sol. Llegué a la Cruz de los Valientes… ¡realmente ese día me
merecía un monumento por mi valentía!
Grañón:
¡qué grato recuerdo conservo de ti! Tu Hospital de Peregrinos, tu gente, tu
acogida, Francisco el hospitalero…
Fui
la única peregrina en el albergue de Grañón, por lo que esa noche dormí sin auriculares (no consigo
conciliar el sueño si tengo a alguien roncando a mi lado). Me acomodé en una
buhardilla de suelo y techo de madera, con colchonetas para dormir. ¡Había
calefacción en toda la casa! ¡Y estufa de leña! ¡Y secador de pelo! Creía estar soñando.
En
Grañón se hace acogida cristiana al peregrino; se le prepara la cena, se visita
el coro de la iglesia y se hacen unas oraciones. Ofrecían misa a las 7, y como
no tenía nada mejor que hacer, acompañé a Francisco. Estaba la capilla llena de
vecinos. La sorpresa llegó al finalizar la misa: el cura dijo que había entre
los asistentes una peregrina de camino a Santiago… me pidió que me acercara al
altar, me dio la bendición y todos rogaron por mí para que llegara sana y salva
a Compostela. Me emocioné.
Después,
la cena.. unas riquísimas lentejas acompañadas de vino tinto y buena
conversación. Recuerdo que nos dieron las tantas hablando con Francisco, un
hombre realmente interesante, que me contó muchas cosas sobre el Camino de
Santiago y la vida del hospitalero.
Fue
un día muy intenso, de muchas emociones. Era hora de dar por finalizada la jornada. Me retiré a
la buhardilla e hice un repaso de la jornada siguiente. Por el cansancio y el
vino, caí rendida al cerrar los ojos.
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