jueves, 18 de septiembre de 2014

Grañón, km. 155

Seguía en contacto por teléfono con el grupo de peregrinos de mis primeros días de aventura, me llevaban un día de ventaja. Hablé con José desde Nájera y me comentó que, si podía, me hospedara en Grañón la próxima etapa. Me encontraba mejor de la rodilla, aunque no quería excederme y hacer muchos kilómetros. De Nájera a Santo Domingo había 21 km, a Grañón eran 7 más.

Hablé con el hospitalero de Nájera y me comentó que el Camino de Santiago pasaba antiguamente por donde habían hecho ahora la N-120, que lo habían desviado, y que se podía ir por el trazado antiguo junto a la nacional, ahora en obras, y se acortaba unos 5 kilómetros. Si tomaba esta opción, la distancia a Grañón sería de sólo 23 km, un paseo J


Volvió a amanecer con una espesa niebla. Justo a la salida de Nájera un poste me indicaba la distancia hasta Santiago: 582 km. ¡Me pareció tan lejos! Mi razón me decía que no era capaz de andar tantos kilómetros, pero mi corazón y mis piernas me hacían seguir adelante.



Esta etapa, desde mi salida de Nájera, la realicé completamente en solitario, no encontrándome a ningún peregrino ni por el Camino de Santiago ni en el albergue donde me hospedé. Era mi séptima etapa de mi Aventura a Santiago, 16 de diciembre de 2013.

Al cruzar el pueblo de Azofra pasé por una tiendecita que estaba abierta: paré a comprar unas chocolatinas para el Camino. La tendera estaba hablando con una vecina, me dieron conversación. La vecina me dijo que, a mi paso por Santo Domingo de la Calzada, no dejara de ir a visitar al Abuelito.
-         ¿El Abuelito? – dije yo –
-         Si, el Abuelito, es como llamamos a Santo Domingo de la Calzada, está en un altar en la Catedral.


Llegué ya a la conjunción con la N-120, y aquí dejé de seguir las flechas amarillas. No sabía muy bien por dónde tirar. Pensaba que sería una especie de pista al lado de la carretera; sí, al principio. Pero después se convirtió en algo realmente peligroso. Pero como sabemos, el peligro forma también parte de las aventuras.

Había helada y muchísima niebla, y acabé caminando como unos 2 km por el estrecho arcén, con poca visibilidad, y muchísimo tráfico. El problema de la niebla era que los coches y camiones no me veían hasta que estaban junto a mí. En algún momento pasé miedo, hasta el punto de pedir ayuda al cielo para que me sacara sana y salva de esa carretera. Había que seguir adelante… este tramo se me hizo interminable. De hecho, se me había quedado el recuerdo como si hubiera caminado la etapa completa por la nacional, y al mirar hoy el mapa he visto que debieron ser unos 4 ó 5 km.


Cuando finalmente salí del infierno en el que me había metido y volví a ver las flechas amarillas, ya a la entrada de Santo Domingo de la Calzada, fui consciente de toda la tensión acumulada: estaba temblando. Decidí que iría a ver al Abuelito y a dar las gracias al cielo por haber llegado sana y salva a mi destino. No os lo perdáis, aún siendo peregrina, me querían cobrar entrada (por cierto nada barata) para entrar en la Catedral. Finalmente accedieron a dejarme entrar. En silencio frente al Abuelito, tomé consciencia de que estamos de alguna manera protegidos ante los peligros de la vida. Di las gracias.


Comí en un bar de la población, sólo recuerdo la calle empedrada. Tenía que pensar si seguía adelante o me quedaba en Sto. Domingo como final de etapa. La niebla se estaba dispersando, recuperé fuerzas con la comida caliente y la rodilla no daba problemas. Decidí seguir hasta Grañón. A mi salida, aparecieron ¡ncluso algunos rayos de sol. Llegué a la Cruz de los Valientes… ¡realmente ese día me merecía un monumento por mi valentía!


Grañón: ¡qué grato recuerdo conservo de ti! Tu Hospital de Peregrinos, tu gente, tu acogida, Francisco el hospitalero…

Fui la única peregrina en el albergue de Grañón, por lo que esa  noche dormí sin auriculares (no consigo conciliar el sueño si tengo a alguien roncando a mi lado). Me acomodé en una buhardilla de suelo y techo de madera, con colchonetas para dormir. ¡Había calefacción en toda la casa! ¡Y estufa de leña! ¡Y secador de pelo! Creía estar soñando.


En Grañón se hace acogida cristiana al peregrino; se le prepara la cena, se visita el coro de la iglesia y se hacen unas oraciones. Ofrecían misa a las 7, y como no tenía nada mejor que hacer, acompañé a Francisco. Estaba la capilla llena de vecinos. La sorpresa llegó al finalizar la misa: el cura dijo que había entre los asistentes una peregrina de camino a Santiago… me pidió que me acercara al altar, me dio la bendición y todos rogaron por mí para que llegara sana y salva a Compostela. Me emocioné.

Después, la cena.. unas riquísimas lentejas acompañadas de vino tinto y buena conversación. Recuerdo que nos dieron las tantas hablando con Francisco, un hombre realmente interesante, que me contó muchas cosas sobre el Camino de Santiago y la vida del hospitalero.


Fue un día muy intenso, de muchas emociones. Era hora de dar por finalizada la jornada. Me retiré a la buhardilla e hice un repaso de la jornada siguiente. Por el cansancio y el vino, caí rendida al cerrar los ojos.


No hay comentarios: