jueves, 25 de septiembre de 2014

Burgos, km. 223

Amaneció lloviendo en Agés, y mientras desayunábamos estudiábamos las alternativas para llegar a Burgos. El trazado original por Atapuerca apetecía, pero había muchísimo barro y, siguiendo el consejo del dueño del albergue San Rafael, decidimos tomar la alternativa junto a la N-120.


Salimos los cuatro a la vez; los chicos querían tomar un atajo hacia Zalduendo que pasaba entre los campos, con posibilidad de encontrar barro. Yo lo había pasado tan mal en los Montes de Oca, que preferí ir por los andaderos al lado de la carretera durante todo el trayecto. Nos separamos; volví a emprender el Camino en solitario. Cuando más tarde les vi me dijeron que había ido bien; de haberlo sabido, me habría ahorrado 2 km de caminata y habría hecho la etapa en compañía, haciéndose ésta más llevadera.

Estuvo lloviendo más o menos durante una hora, aunque yo estaba bien protegida con mi capa. La verdad es que iba bien equipada para enfrentar la climatología del mes de diciembre. La etapa era cómoda y sin desniveles, pero el hecho de que casi la mitad transcurría por asfalto y el resto por andaderos planos, me cargó los músculos y la rodilla. Y para eso no iba preparada, no llevaba ni antiinflamatorios, cremas para recuperar la musculatura… ¡qué ingenua!


Llegué a Burgos después de andar 24 km: me pareció eterno, sobre todo desde que entré en el polígono, ya que el albergue municipal estaba al lado de la Catedral y había de atravesar casi toda la ciudad (unos 7 km). Ahí empecé a hacer fotos de carteles de fisioterapeutas…


Cuando por fin llegué al albergue municipal, tuve que esperar un buen rato, puesto que estaban atendiendo a otros peregrinos. En eso apareció Máximo: “¡Auxiliadora!” ¡Qué alegría verle! Casi me echo a llorar de lo agotada que me encontraba, sin fuerzas. Me dijo que Manu y Javier estaban comiendo en el bar de al lado… me acerqué a pinchar algo y a saludarles antes de sellar la credencial. Se les veía felices compartiendo mesa y risas; habían llegado hacía un buen rato ya.

El albergue de Burgos está muy bien, todo nuevo. Tiene 150 plazas pero muy bien distribuidas en literas-nido individuales con su propia luz, casillero y enchufe para cargar el móvil. Me dolía mucho la rodilla. Fui a hablar con el hospitalero para preguntarle si conocía a algún fisioterapeuta que me pudiera visitar; su mujer me consiguió cita esa misma noche, a las 21h, con su fisioterapeuta, como favor personal. La mujer, también hospitalera, un encanto, hasta me acompañó a la consulta.

En la consulta del fisio de Burgos 
El fisio me palpó la rodilla y dijo que tenía inflamación del menisco interno. Me recetó antiinflamatorios y que indicó que me pusiera hielo. Y, a ser posible, reposo. ¿Cómo? No tuve mucho tiempo para pensar. Estaba en Burgos, no había visitado la Catedral ni la ciudad y necesitaba reposo. Pero y mis compañeros, y el Camino…

Decidí quedarme un día en Burgos. En el albergue me dijeron que como había sitio y era por fuerza mayor podía quedarme otro día, pero las normas eran sólo una noche. Me hicieron salir igualmente por la mañana durante unas horas mientras se limpiaba el albergue.


Lo más difícil fue despedirme de mis compañeros de los días pasados. Estaba en el comedor viendo como Manu y Javier desayunaban, la mochila ya preparada. Luego vino Máximo… llegaron las despedidas. ¡Buen Camino! … Después de irse, no pude aguantar las lágrimas.

Era mi onceavo día desde que salí de Pamplona y aproveché para lavar la chaqueta, y resto de ropa… salí a visitar la Catedral. Antes, fui a Decathlon a comprarme unas plantillas que me mandó también el fisioterapeuta para amortiguar la pisada. Me compré también de oferta un calentito gorro de lana.


La Catedral de Burgos es imponente, pero me gustó más su arquitectura que la decoración interior. Muy recargado para mi gusto, prefiero las pequeñas iglesias románicas, como la de San Martín de Frómista. Andaba muy despacio en mi visita, y hacía un frío de muerte en la Catedral. Llevaba unas tiras que me había colocado el fisio, pero qué queréis que os diga, con ellas cojeaba más aún. Se lo comenté al hospitalero cuando pude entrar de nuevo en el albergue y casi me riñe, me dijo que ellos saben lo que se hacen y que hay que escuchar y atender todo lo que a uno le dicen. En fin… me fui a mi litera a descansar.


Estuve toda la tarde reposando y recuperando fuerzas, aunque con ganas de partir de nuevo al día siguiente. Llegaron nuevos peregrinos. Muchos empezaban el Camino de Santiago en Burgos, el albergue era su inicio de etapa. Había un grupo de coreanas que estaban todo el rato riéndose, y que fueron a cenar con un apuesto joven alemán que estaba también haciendo el Camino.

En mis paseos por la ciudad había pasado frente a un restaurante que tenía muy buena pinta, y esa noche decidí hacerme un homenaje y cené en Las Espuelas del Cid.¡Recuerdo que comí una lubina de menú que estaba exquisita!


También paseé por la Plaza Mayor y los tenderetes navideños, las tiendas estaban abarrotadas. Compré provisiones para el día siguiente.


Echaba de menos a mis compañeros. Sus risas, sus charlas, su personalidad, su compañerismo. Ellos debían estar a esas horas ya en Hontanas. Tenía el móvil de Javier, pues él pasaría las Navidades en familia y se reincorporaría al Camino… igual volvíamos a coincidir, ya que yo había reducido la marcha. No fue así. No volví a verles. Aunque sí a saber de ellos.


No hay comentarios: